viernes, 2 de mayo de 2014

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(Juan Jesús de Cózar).- Se llamaba Edith Macefield y nació en Oregon en 1921. Todavía muy joven aprendió francés y alemán y se trasladó a Inglaterra. Contaba de sí misma que había sido espía británica en Alemania, que había escapado del campo de concentración de Dachau y que aprendió a tocar el clarinete gracias a su primo, el legendario músico de jazz Benny Goodman.

Al acabar la Segunda Guerra Mundial permaneció en Inglaterra atendiendo a huérfanos de guerra. Se hizo experta en ópera, y fan de Sinatra y de la Garbo. Su vida seguía siendo divertida y alocada, hasta que en 1965 su madre enfermó gravemente y ella regresó a los Estados Unidos para atenderla. Su madre vivía en una casa de Seattle, y allí murió, pocos años después. Para conservar su recuerdo, ella decidió echar raíces y quedarse allí. Para siempre.

Pensando en su madre, en 1994 escribió y editó con pseudónimo una novela de 1.138 páginas, titulada Where Yesterday Began. En su introducción se podía leer: “Esta historia es para todos aquellos que alguna vez han amado verdaderamente, profundamente, irrevocablemente, incluso en medio de un desastre. Para algunos, el amor simplemente muere y cada uno sigue su camino. Pero para unos pocos, el amor es tan duradero como el tiempo, a pesar de las imposibilidades, la separación, la segura soledad”.

Y aquí empieza nuestra historia...

A principios de 2006, cuando ella tenía 85 años, un tal Barry Martin se incorporó a su nuevo trabajo como jefe de obra para la construcción de un lujoso centro comercial en la ciudad de Seattle. Los promotores habían logrado comprar todas las parcelas, excepto la casa de Edith. Por tanto, la primera misión de Barry fue convencer a la anciana para que la vendiera. Pensó que la vía diplomática sería la mejor: “Buenos días señora Macefield –comenzó Barry–, sólo venía a decirle que hoy vamos a hacer mucho ruido. Si tiene cualquier problema, este es mi teléfono”.Edith aceptó el ofrecimiento y pocos días después llamó a Barry para pedirle… que la llevara a la peluquería. “Ya no puedo conducir mi viejo Chevrolet Cavalier”, se excusó Edith. Aquello fue el comienzo de una gran amistad.

Cuando Barry le preguntó por qué no quería vender su casa, a pesar de que le ofrecían un millón de dólares y una vivienda en otro barrio de Seattle, Edith le contestó: “Yo no quiero mudarme. No necesito el dinero. El dinero no significa nada para mí. Esta es mi casa. Mi madre murió aquí, en este mismo sofá. Regresé a Estados Unidos desde Inglaterra para cuidar de ella. Me hizo prometer que la iba a dejar morir en casa y no en una residencia. Cumplí mi promesa y es aquí donde quiero morir, en mi propia casa, en este sofá”.

La historia de Edith y de su rechazo de la suculenta oferta apareció en la prensa y llegó a oídos de los responsables de la productora Pixar. La consecuencia fue “Up”, una maravillosa historia de amor en la que un hombre decidehonrar la memoria de su esposa salvando la casa en la que vivieron tantos años de felicidad. La película se estrenó en 2009, pero Edith no pudo verla porque un cáncer de páncreas acabó con su vida el 15 de junio de 2008. Barry cuidó de ella hasta el final.

¿Y qué pasó con la casa? Pues que la heredó Barry y que, en lugar de ofrecerla a sus antiguos jefes, decidió mantener la memoria de su valiente amiga y venderla a una persona que se comprometiera a conservarla como Edith la dejó. Así lo hizo, y aquí puedes ver una fotografía con los globos de “Up” junto a un fotograma del filme. Abajo tenéis también el trailer.

Es una bella historia, ¿no os parece?


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