Oscar et la Dame
Rose
“Oscar et la Dame
Rose” (fatalmente traducida en castellano por “Cartas a Dios”, nombre de otra
película americana del mismo año, con una situación similar y un fondo
igualmente trascendente, pero muy distinta en la forma) es una película francesa
dirigida por Eric-Emmanuel Schmitt. Una deliciosa tragicomedia con el estilo de
colorido, escenas e imaginación surrealista típico de Jean-Pierre Jeunet,
director de “Amelie”.
La película tiene
unos personajes muy bien definidos, con caracteres fácilmente
reconocibles y profundos, que ayudan a meterse en la historia y a comprender lo
que el director quiere contarnos. Un niño que sabe que va a morir en poco más de
una semana y que se rebela contra todos los que están a su lado, porque no le
quieren decir la verdad. Una mujer en crisis, ex-luchadora, con una personalidad
arrolladora, una imaginación desbordante y una sinceridad afilada, que se
convierte en la acompañante espiritual del niño, porque es la única con la que
el niño, que se tropieza con ella por puro “azar”, quiere hablar.
A partir de ahí,
surge la vivencia de los últimos doce días de vida de Oscar, con dos
presupuestos que hacen que se ilumine toda la vida del hospital donde reside: ha
de escribir, cada día, una carta a Dios contándole cómo le va y pidiéndole “sólo
cosas espirituales”, y tiene que vivir, cada día, diez años de su vida, con
todas las consecuencias. Estas dos realidades, unidas al acompañamiento por
parte de “la señora de Rosa, Mamie Rose” hacen que los últimos días de
existencia de Oscar se transformen en una vida vivida en plenitud,
condensadamente. A la vez, la vida y la fe de Mamie Rose se renuevan en la
relación con el niño enfermo.
Todo en la
película parece un cuento de hadas y, sin embargo, todo en la película nos
habla de lo más profunda y sencillamente humano que tenemos: el enviar las
cartas a Dios atadas a un globo de helio, la crisis de sentido de la vida del
niño, que se convierte, poco a poco, en un testimonio de fe impresionante para
todos; la vivencia, en la vida de Oscar, de una década en cada jornada, con la
consiguiente superación de las crisis de adolescencia, juventud y, sobre todo,
de la crisis de los 40, que es la que está viviendo Mamie Rose; la idea de
“adoptar como hija” a Mamie Rose, por parte de Oscar, cuidando de ella en las
jornadas posteriores; la visita a Dios que hacen Mamie Rose y Oscar, a una
capilla, frente a una cruz, con frases tan poderosas como “¿A quién prefieres en
tu enfermedad: a un Dios que no siente nada, o a un Dios que sufre? Dios está
muriendo en la Cruz, pero no le tiene miedo a la muerte. Yo te propongo no tener
miedo, y tener confianza, como Él”...
La relación
del niño con Dios va profundizando en la medida en que va viviendo su fe a
lo largo de sus “años” de vida. Desde el primer paso, “¿Tú todavía crees en
Dios, como en Papá Noel?”, pasando por “si me visitas, Dios, me hará mucha
ilusión”, llegando a “Cuento contigo, Dios, para que se haga tu voluntad”, y a
las frases finales de su relación con Dios: “Me dijiste el secreto de la vida:
“vive cada día como si fuera el primero”. Y me llevaste al corazón del Misterio
para que lo contemplara”.
Un punto muy
importante de la película es cómo Oscar va viviendo el amor y la
fidelidad a lo largo de toda su corta vida, y cómo va luchando, en cada
“década”, por superar las crisis típicas, que tantas veces dejan en la cuneta a
los matrimonios. Esta vivencia le ayuda a comprender a sus padres, a los que
llegó a odiar porque no le dicen la verdad sobre su vida y su muerte, y lo miran
siempre con tristeza.
Por último, hemos
de dejar este comentario con la última frase de la película, una frase
que resume muy bien todo lo que se ha visto en ella. Mamie Rose: “Querido Dios,
gracias por haberme hecho conocer a Oscar”. Oscar: “Sólo Dios tiene el derecho
de despertarme”.
Para terminar,
algunas preguntas que pueden ayudar a un posterior fórum:
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domingo, 23 de septiembre de 2012
Cinefórum: Cartas a Dios
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