Vídeo Cuaresma 2014:
Tiempo de
cuaresma:
Convertirse...
Dejarse transformar
por el amor de Dios...
PRIMER DOMINGO DE CUARESMA.
Lectura del santo
Evangelio según San Mateo 4, 1-11
En
aquel tiempo, Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado
por el diablo. Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al
final sintió hambre.
Y
el tentador se le acercó y le dijo: —Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras
se conviertan en panes.
Pero
él le contestó diciendo: —Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino de
toda palabra que sale de la boca de Dios.
Entonces
el diablo lo lleva a la
Ciudad Santa , lo pone en el alero del templo y le dice:
—Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque
está escrito: Encargará a los ángeles que cuiden de ti y te sostendrán en sus
manos para que tu pie no tropiece con las piedras.
Jesús
le dijo: —También está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios.
Después
el diablo lo lleva a una montaña altísima y mostrándole todos los reinos del
mundo y su esplendor le dijo: —Todo esto te daré si te postras y me adoras.
Entonces
le dijo Jesús: —Vete, Satanás, porque
está escrito: Al Señor, tu Dios, adorarás y a él sólo darás culto.
Entonces
lo dejó el diablo, y se acercaron los ángeles y le servían.
SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMA
Lectura del santo
Evangelio según San Mateo 17, 1-9
En
aquel tiempo, Jesús tomo consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se
los llevó aparte a una montaña alta.
Se
transfiguró delante de ellos y su rostro resplandecía como el sol y sus
vestidos se volvieron blancos como la luz.
Y
se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él.
Pedro,
entonces tomó la palabra y dijo a Jesús: —Señor, ¡qué hermoso es estar aquí! Si
quieres, haré tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.
Todavía
estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz
desde la nube decía: —Este es mi Hijo,
el amado, mi predilecto. Escuchadle.
Al
oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y
tocándolos les dijo: —Levantaos, no temáis.
Al
alzar los ojos no vieron a nadie más que a Jesús, solo.
Cuando
bajaban de la montaña, Jesús les mandó: —No contéis a nadie la visión hasta que
el Hijo del Hombre resucite de entre los muertos.
Tercer
domingo de cuaresma
Lectura del santo
Evangelio según San Juan 4, 5-42
En
aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Samaría llamado Sicar, cerca del campo
que dio Jacob a su hijo José: allí estaba el manantial de Jacob.
Jesús,
cansado del camino, estaba allí sentado junto al manantial.
Era
alrededor del mediodía.
Llega
una mujer de Samaría a sacar agua, y Jesús le dice: —Dame de beber.
Jesús
le contesto: —Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber,
le pedirías tú, y él te daría agua viva.
La
mujer le dice: —Señor, si no tienes cubo y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el
agua viva?; ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo y de él
bebieron él y sus hijos y sus ganados?
Jesús
le contesta: —El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del
agua que yo le daré, nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá
dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna.
La
mujer le dice: —Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que
venir aquí a sacarla. Señor, veo que tú eres un profeta. Nuestros padres dieron
culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está
en Jerusalén.
Jesús
le dice: —Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en
Jerusalén daréis culto al Padre. Vosotros dais culto a uno que no conocéis;
nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos.
Pero
se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero
adoraran al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que le den culto
así. Dios es espíritu, y los que le dan culto deben hacerlo en espíritu y
verdad.
La
mujer le dice: —Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga él nos lo
dirá todo.
Jesús
le dice: —Soy yo: el que habla contigo.
En
esto llegaron sus discípulos y se extrañaban de que estuviera hablando con una
mujer, aunque ninguno le dijo: «¿Qué le preguntas o de qué le hablas?.»
La
mujer, entonces, dejó su cántaro, se fue al pueblo y dijo a la gente:
—Venid
a ver un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho: ¿será éste el Mesías?
Salieron
del pueblo y se pusieron en camino adonde estaba él.
Mientras
tanto sus discípulos le insistían: —Maestro, come.
El
les dijo: —Yo tengo por comida un alimento que vosotros no conocéis.
Los
discípulos comentaban entre ellos: —¿Le habrá traído alguien de comer?:
Jesús
les dijo: —Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término
su obra.
En
aquel pueblo muchos samaritanos creyeron en él [por el testimonio que había
dado la mujer: «Me ha dicho todo lo que he hecho.»
Así,
cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos. Y
se quedó dos días. Todavía creyeron muchos más por su predicación, y decían a
la mujer:
—Ya
no creemos por lo que tú dices, nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él
es de verdad el Salvador del mundo.
CUARTO DOMINGO DE CUARESMA.
Lectura del santo
Evangelio según San Juan 9, 1-41.
Y
sus discípulos le preguntaron: —Maestro, ¿quién pecó: éste o sus padres, para
que naciera ciego?
Jesús
contestó: —Ni éste pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las
obras de Dios.
Mientras
es de día tengo que hacer las obras del que me ha enviado: viene la noche y
nadie podrá hacerlas. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo.
Dicho
esto, escupió en la tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al
ciego, y le dijo: —Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado).
El
fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo
pedir limosna preguntaban: —¿No es ése el que se sentaba a pedir?
Unos
decían: —El mismo.
Otros
decían : —No es él, pero se le parece.
El
respondía: —Soy yo.
[Y
le preguntaban: —¿Y cómo se te han abierto los ojos?
El
contestó: —Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y
me dijo que fuese a Siloé y que me lavase. Entonces fui, me lavé, y empecé a
ver.
Le
preguntaron: —¿Dónde está él?
Contestó:
—No sé.
Llevaron
ante los fariseos al que había sido ciego. (Era sábado el día que Jesús hizo
barro y le abrió los ojos.) También los fariseos le preguntaban cómo había
adquirido la vista.
El
les contestó: —Me puso barro en los ojos, me lavé y veo.
Algunos
de los fariseos comentaban: —Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el
sábado.
Otros
replicaban: —¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?
Y
estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego: —Y tú ¿qué dices del que
te ha abierto los ojos?
El
contestó: —Que es un profeta.
Pero
los judíos no se creyeron que aquél había sido ciego y había recibido la vista,
hasta que llamaron a sus padres y les preguntaron: —¿Es éste vuestro hijo, de
quien decís vosotros que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?
Sus
padres contestaron: —Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego; pero
cómo ve ahora, no lo sabemos nosotros, y quién le ha abierto los ojos, nosotros
tampoco lo sabemos.
Preguntádselo
a él, que es mayor y puede explicarse.
Sus
padres respondieron así porque tenían miedo a los judíos: porque los judíos ya
habían acordado excluir de la sinagoga a quien reconociera a Jesús por Mesías.
Por eso sus padres dijeron: «Ya es mayor, preguntádselo a él.»
Llamaron
por segunda vez al que había sido ciego y le dijeron: —Confiésalo ante Dios:
nosotros sabemos que ese hombre es un pecador.
Contestó
él: —Si es un pecador, no lo sé; sólo sé que yo era ciego y ahora veo:
Le
preguntan de nuevo:—¿Qué te hizo, cómo te abrió los ojos?
Les
contestó: —Os le he dicho ya, y no me habéis hecho caso: ¿para qué queréis
oírlo otra vez?, ¿también vosotros queréis haceros discípulos suyos?
—Pues
eso es lo raro: que vosotros no sabéis de dónde viene, y, sin embargo, me ha
abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino al que es
religioso y hace su voluntad. Jamás se oyó decir que nadie le abriera los ojos
a un ciego de nacimiento, si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder.
]
Le
replicaron: —Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones
a nosotros?
Y
lo expulsaron. Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo:
—¿Crees tú en el Hijo del hombre?
El
contestó: —¿Y quién es, Señor, para que crea en él?
Jesús
le dijo:—Lo estás viendo: el que te está hablando ese es.
El
dijo: —Creo, Señor.
Y
se postró ante él. [Dijo Jesús: —Para un juicio he venido yo a este mundo: para
que los que no ven, vean, y los que ven, se queden ciegos.
Los
fariseos que estaban con él oyeron esto y le preguntaron: —¿También nosotros
estamos ciegos?
Jesús
les contestó: —Si estuvierais ciegos, no tendríais pecado; pero como decís que
veis, vuestro pecado persiste.
QUINTO DOMINGO DE CUARESMA
Lectura del santo
Evangelio según San Juan 11, 1-45.
Las
hermanas le mandaron recado a Jesús, diciendo: —Señor, tu amigo está enfermo.
Jesús,
al oírlo, dijo: —Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para
la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.
Jesús
amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo,
se quedó todavía dos días en donde estaba.
Sólo
entonces dice a sus discípulos: —Vamos otra vez a Judea. Los discípulos le
replican: —Maestro, hace poco intentaban apedrearte los judíos, ¿y vas a volver
allí?
Entonces
Jesús les dijo claramente: —Lázaro ha muerto, y me alegro por vosotros de que
no hayamos estado allí, para que creáis. Y ahora vamos a su casa.
Cuando
Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. [Betania distaba poco de
Jerusalén: unos tres kilómetros; y muchos judíos habían ido a ver a Marta y a
María, para darles el pésame por su hermano. ] Cuando Marta se enteró de que
llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa. Y dijo
Marta a Jesús: —Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano.
Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá.
Jesús
le dijo: —Tu hermano resucitará.
Marta
respondió: —Sé que resucitará en la resurrección del último día.
Jesús
le dice: —Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya
muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees
esto? Ella le contestó: —Sí, Señor: yo creo que tu eres el Mesías, el Hijo de
Dios, el que tenía que venir al mundo.
Y
dicho esto, fue a llamar a su hermana María, diciéndole en voz baja: —El
Maestro está ahí, y te llama.
Apenas
lo oyó, se levantó y salió a donde estaba él: porque Jesús no había entrado
todavía en la aldea, sino que estaba aún donde Marta lo había encontrado. Los
judíos que estaban con ella en casa consolándola,
al ver que María se levantaba y salía deprisa, la siguieron, pensando que iba
al sepulcro a llorar allí. Cuando llegó María adonde estaba Jesús, al verlo se
echó a sus pies diciéndole: —Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto
mi hermano.
Jesús,
viéndola llorar a ella y viendo llorar a los judíos que la acompañaban, sollozó
y muy conmovido preguntó: —¿Dónde lo habéis enterrado?
Le
contestaron: —Señor, ven a verlo.
Jesús
se echó a llorar. Los judíos comentaban: —¡Cómo lo quería!
Pero
algunos dijeron: —Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber
impedido que muriera éste?
Jesús,
sollozando de nuevo, llegó a la tumba. Dijo Jesús: —Quitad la losa.
Marta,
la hermana del muerto, le dijo: —Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días.
Jesús
le dijo: —¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios?
Entonces
quitaron la losa.
Jesús,
levantando los ojos a lo alto, dijo: —Padre, te doy gracias porque me has
escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me
rodea para que crean que tú me has enviado.
Y
dicho esto, gritó con voz potente: —Lázaro, ven afuera.
El
muerto salió, los pies y las manos atadas con vendas, y la cara envuelta en un
sudario. Jesús les dijo: —Desatadlo y dejadlo andar.
Y
muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho
Jesús, creyeron en él.
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