Aborto (del latín abortus, participio pasado de aborīrī, con el mismo significado que en español,
a su vez de ab-, «de», «desde», y oriri, «levantarse», «salir», «aparecer»)
es la interrupción y finalización prematura del embarazo.
I.
EL ABORTO Y EL ORIGEN DE LA VIDA
1. ¿Qué es el aborto?
El Derecho español,
al igual que el Derecho Canónico, considera aborto la muerte del feto mediante
su destrucción mientras depende del claustro materno o por su expulsión
prematuramente provocada para que muera, tanto si no es viable como si lo es.
En el lenguaje
corriente, aborto es la muerte del feto por su expulsión, natural o provocada,
en cualquier momento de su vida intrauterino.
2. ¿Cuántas clases hay de aborto?
El aborto puede ser
espontáneo o provocado. El espontáneo se produce o bien porque surge la muerte
intrauterinamente, o bien porque causas diversas motivan la expulsión del nuevo
ser al exterior, donde fallece dada su falta de capacidad para vivir fuera del
vientre de su madre. Si el aborto es provocado, se realiza o bien matando al
hijo en el seno materno o bien forzando artificialmente su expulsión para que
muera en el exterior.
En ocasiones se
actúa sobre embarazos de hijos viables, matándolos en el interior de la madre o
procurando su muerte después de nacer vivos. Esto no es, médicamente hablando,
un aborto, y de hecho muchas legislaciones que se consideran permisivas en la
tolerancia del aborto lo prohíben expresamente, porque lo incluyen en la figura
del infanticidio. Pero no ocurre así en otros casos, como por ejemplo en
España, donde el Código Penal no tiene en cuenta la viabilidad del feto para
que se dé el delito de aborto, y, en contrapartida, se puede matar en algunos
casos a fetos viables sin recibir ningún castigo penal, al amparo de la
legislación vigente precisamente en materia de aborto. Por eso utilizaremos en
estas páginas la definición de aborto según el lenguaje corriente, de modo que
la muerte provocada de un feto viable también será considerada como aborto.
3. ¿Es un ser humano el fruto de la
concepción en sus primeras fases de desarrollo?
Desde que se produce
la fecundación mediante la unión del espermatozoide con el óvulo, surge un
nuevo ser humano distinto de todos los que han existido, existen y existirán.
En ese momento se inicia un proceso vital esencialmente nuevo y diferente a los
del espermatozoide y del óvulo, que tiene ya esperanza de vida en plenitud.
Desde ese primer instante, la vida del nuevo ser merece respeto y protección,
porque el desarrollo humano es un continuo en el que no hay saltos cualitativos,
sino la progresiva realización de ese destino personal. Todo intento de
distinguir entre el no nacido y el nacido en relación con su condición humana
carece de fundamento.
4. ¿Así que no es verdad que al principio
existe una cierta realidad biológica, pero que sólo llegará a ser un ser humano
más tarde?
No. Desde que se
forma el nuevo patrimonio genético con la fecundación existe un ser humano al
que sólo le hace falta desarrollarse y crecer para convertirse en adulto. A
partir de la fecundación se produce un desarrollo continuo en el nuevo
individuo de la especie humana, pero en este desarrollo nunca se da un cambio
cualitativo que permita afirmar que primero no existía un ser humano y después,
sí. Este cambio cualitativo únicamente ocurre en la fecundación, y a partir de
entonces el nuevo ser, en interacción con la madre, sólo precisa de factores
externos para llegar a adulto: oxígeno, alimentación y paso del tiempo. El
resto está ya en él desde el principio.
5. ¿Cómo
puede existir un ser humano mientras es algo tan pequeño que no tiene el más
mínimo aspecto externo de tal?
La realidad no es sólo la que
captan nuestros sentidos. Los microscopios electrónicos y los telescopios más
modernos nos ofrecen, sin lugar a dudas, aspectos de la realidad que jamás
habríamos podido captar con nuestros ojos. De manera semejante, la ciencia
demuestra rotundamente que el ser humano recién concebido es el mismo, y no
otro, que el que después se convertirá en bebé, en niño, en joven, en adulto y
en anciano. El aspecto que presenta varía según su fase de desarrollo. Y así,
en la vida intrauterina primero es un embrión pre-implantado (hasta la llamada
anidación, unos 12-14 días después de la fecundación, en que cabe la
posibilidad de que de un mismo óvulo fecundado surjan gemelos); después es un
embrión hasta que se forman todos sus órganos; luego, mientras éstos van
madurando, un feto, hasta formarse el bebé tal como nace. Y después continúa el
mismo proceso de crecimiento y maduración, y más tarde se produce el inverso de
decadencia hasta la muerte.
Por eso no tiene sentido decir
que un niño proviene de un
feto, sino que él
mismo fue antes un feto, del mismo modo que un adulto no proviene de un
niño, sino que antes fue niño, y siempre es el mismo ser humano, desde el
principio. Y tan absurdo sería defender que el hijo recién concebido no es un
ser humano porque no tiene aspecto de niño, como suponer que el niño no es un
ser humano porque no tiene el aspecto externo del adulto.
6. Admitiendo que existe una nueva vida
desde el momento de la fecundación, ¿no podría ser una vida vegetal o animal,
para llegar a ser humana en una fase posterior?
No. Con los actuales
conocimientos genéticos, es indudable que cada ser es lo que es desde el
momento de la fecundación. De la unión de gametos vegetales sólo sale un
vegetal; de gametos animales no racionales, por ejemplo un chimpancé, sólo sale
otro chimpancé, y de la unión de gametos humanos se crea un nuevo ser de la
especie humana, que es tal desde el principio, pues así lo determina su
patrimonio genético específicamente humano.
7. ¿Ha habido épocas en que se haya
creído que el fruto de la concepción de la mujer podía ser un individuo no
humano?
Sí. Hubo épocas en
que, por ignorancia de los mecanismos genéticos, se creyó que una mujer
fecundada por un hombre podía concebir un ser no humano o medio-humano. Esta
idea es una manifestación de superstición y de ignorancia científica que hoy
debe tenerse por superada. Otra cosa es que, por enfermedades o alteraciones
diversas, puedan producirse trastornos en el momento de la fecundación que
desemboquen en la formación de productos anómalos, como la llamada "mola
vesicular" o los "huevos abortivos", que carecerán de capacidad
de desarrollo. O que, en ocasiones, conduzcan a hijos con malformaciones
congénitas, cuya vida, sin embargo, es merecedora del mismo respeto y la misma
protección que la de los seres normalmente constituidos.
8. ¿Y no puede suceder que, aunque el
fruto de la fecundación sea una vida humana, ésta no llegue a constituir un ser
humano individual hasta un momento posterior?
En la realidad no
existen más que seres humanos individuales. El concepto de vida humana es una
abstracción que no existe más que encarnada en seres individuales de la especie
humana. La vida humana, en general, es una idea abstracta; una vida humana
concreta no es, no puede ser en la realidad, otra cosa que un ser humano.
9. Pero dado que hasta el decimocuarto
día posterior a la fecundación existe la posibilidad de que de un óvulo
fecundado salgan no uno, sino dos seres humanos (gemelos monocigóticos), ¿no
habría que afirmar que mientras sea posible tal división no existe un ser
humano individualizado?
El que puedan llegar
a existir dos seres humanos a partir de un mismo óvulo fecundado no significa
que antes de la división no haya ninguno, sino más bien que donde había uno
-por un proceso todavía no bien conocido- llega a haber más de uno.
Hay que tener en
cuenta que no es lo mismo individualidad que indivisibilidad. Un ser vivo puede
ser individual, pero divisible; es el caso de las bacterias y otros
microorganismos. El que en una determinada época de su evolución biológica un
ser vivo pueda ser divisible no invalida su carácter de individuo único en los
momentos anteriores. El ser humano, como se ha dicho antes, hasta
aproximadamente el día 12-14 de su evolución es individual, pero divisible, y a
partir de la anidación es ya único e indivisible.
10. Si existe un ser humano desde la
fecundación, ¿por qué los científicos se refieren a él con términos varios
según su fase de desarrollo: cigoto, mórula, blastocisto, embrión, feto?
Porque la vida de un ser humano
es un largo proceso que se inicia cuando de dos gametos, uno masculino y otro
femenino, surge una realidad claramente distinta: el nuevo ser humano, fruto de
la fecundación, quien en las distintas etapas de su desarrollo recibe nombres
distintos: el cigoto es la primera célula que resulta de la fusión de las
células masculina y femenina. Tras unas primeras divisiones celulares, este ser
humano recibe el nombre de mórula, en la que pronto aparecerá una
diferenciación entre las células que formarán el embrión (lo que hemos llamado
embrión preimplantado, y que algunos llaman preembrión) y las destinadas a
formar la placenta. En esta nueva fase, el ser humano se llama blastocisto, y
anidará en la pared del útero de su madre. Después se irán diferenciando sus
órganos, unos antes que otros, durante todo el período embrionario, al tiempo
que la placenta se desarrolla por completo. El embrión se llamará entonces
feto, y continuará su crecimiento mientras se produce la maduración funcional
de sus órganos hasta que, en un momento dado, nacerá y se llamará neonato,
recién nacido. Y este proceso único, que se ha desarrollado suavemente, sin
cambios bruscos, continúa después del nacimiento, y el neonato se hace niño; el
niño, adolescente; el adolescente, joven; el joven, adulto y el adulto,
anciano. Todos éstos son los nombres que distinguen las etapas de la vida de un
solo ser que surgió con la fecundación y que será el mismo hasta que muera,
aunque su apariencia externa sea muy diferente en una u otra fase.
11. ¿No podría entenderse que hasta que
sea viable, es decir, hasta que sea capaz de subsistir fuera del vientre
materno, el hijo no nacido no es un ser humano, puesto que depende de su madre
para existir?
No. El hecho de que
en una determinada fase de su vida el hijo necesite el ambiente del vientre
materno para subsistir no implica que sea una parte de la madre. Desde la
fecundación tiene ya su propio patrimonio genético distinto del de la madre, y
su propio sistema inmunológico diferente también del de la madre, con quien
mantiene una relación similar a la del astronauta con su nave: si saliese de ella
moriría, pero no por estar dentro forma parte de la nave.
Por otra parte, lo
que se llama la viabilidad (es decir, la probabilidad de que el hijo siga
viviendo en el exterior tras un embarazo cesado prematuramente) es mayor a
medida que la gravidez está más avanzada, pero es muy difícil determinarla en
el tiempo, pues el que el hijo pueda seguir viviendo depende en gran parte de
factores externos: . tipo de parto, atenciones médicas que reciba el niño,
abundancia o escasez de medios y estado de la técnica en el lugar en que ocurre
el nacimiento, etc. Además, a medida que avanzan los conocimientos de la
ciencia va disminuyendo la edad del embarazo en que se puede considerar viable
un feto. Por eso la adquisición de la viabilidad, como el aprender a andar o a
hablar, o el llegar al uso de razón, son cosas que le pasan a un ser humano,
pero en modo alguno momentos en que éste se convierte en humano. No tiene
sentido hacer depender la condición humana del desarrollo tecnológico.
Por lo demás, la
capacidad de subsistir fuera del seno materno ha de ser forzosamente ajena a la
determinación del inicio de la vida humana, porque un recién nacido es también
absolutamente incapaz de subsistir por sí mismo sin recibir los oportunos
cuidados. El nacimiento determina un cambio en el modo de recibir el oxígeno y
un cambio en el modo de alimentarse, pero el resto del desarrollo continúa el
curso que ya se inició en el comienzo de la vida intrauterino.
12. A pesar de todo, si alguien tuviese
dudas de en qué momento exacto surge un nuevo ser humano, ¿qué actitud ha de
adoptar?
En el supuesto de
que alguien tenga dudas acerca de si en un instante concreto ya comienza a
existir un nuevo ser humano o todavía no existe, debe abstenerse de interrumpir
su normal desarrollo o de darle tratos indignos del hombre, pues ante esta duda
debe prevalecer la posibilidad de que sí estemos ante un ser humano; al igual
que, en caso de duda sobre si un hombre está ya muerto o todavía no, se exige
que se le respete como ser humano vivo hasta que haya certeza de su muerte.
Hasta tal punto la sociedad valora la protección de la vida humana, que para
extirpar un órgano con destino a un trasplante no basta con la probabilidad de
que el donante haya fallecido, sino que se exigen rigurosos criterios científicos
para diagnosticar su muerte.
Que esto es así se
puede apreciar muy vivamente en los casos dramáticos de hundimiento de
edificios o de mineros atrapados en un derrumbamiento: los trabajos de
desescombro y de rescate prosiguen mientras no haya completa certeza de que no
queda nadie vivo, y jamás se suspenden sólo porque se suponga meramente
probable que hayan muerto todos.
13. ¿En qué momentos de su vida
intrauterina va desarrollando el hijo no nacido sus distintos órganos y
funciones?
· A las dos semanas se inicia el
desarrollo del sistema nervioso.
· A las tres semanas de vida empieza a
diferenciarse el cerebro, aparecen esbozos de lo que serán las piernas y los
brazos y el corazón inicia sus latidos.
· A las cuatro semanas ya empiezan a
formarse los ojos.
· A las seis semanas la cabeza tiene su
forma casi definitiva, el cerebro está muy desarrollado, comienzan a formarse
manos y pies, y muy pronto aparecerán las huellas dactilares, las que tendrá
toda su vida.
· A las ocho semanas el estómago
comienza la secreción gástrica; aparecen las uñas.
· A las nueve semanas se perfecciona el
funcionamiento del sistema nervioso: reacciona a los estímulos y detecta
sabores, pues se ha comprobado que si se endulza el líquido amniótico -en el
que vive nadando dentro del vientre materno- ingiere más, mientras que si se
sala o se acidula, lo rechaza.
· A las once semanas ya se chupa el
dedo, lo que puede verse perfectamente en una ecografía.
La mayor parte de los órganos están completamente formados al final de la
duodécima semana, y casi todos ellos funcionarán ya en la segunda mitad de la
vida intrauterina. Pero hay cambios que no se producirán más que después de
nacer: la primera dentición sólo aparece seis meses después del nacimiento, los
dientes definitivos lo hacen hacia los siete años y algunas veces las últimas
muelas no salen hasta bien avanzada la edad adulta. La pubertad, con todos sus
cambios anatómicos y fisiológicos, acaece en la segunda década de la vida, y la
capacidad reproductora en la mujer se inicia poco después de la pubertad y cesa
en el climaterio. Es decir, la vida es un proceso único, que empieza en la
fecundación y no se detiene hasta la muerte, con sus etapas evolutivas e
involutivas.
14. Entonces, ¿con qué fundamento
defienden algunos que el hijo aún no nacido forma parte del cuerpo de la madre,
y que es ella la única que puede decidir sobre el destino del hijo?
Quienes así
argumentan no tienen ningún fundamento en absoluto. La realidad demuestra
categóricamente que el hijo es un ser por completo distinto de su madre, que se
desarrolla y reacciona por su cuenta, aunque la dependencia de su madre sea muy
intensa, dependencia que, por cierto, continúa mucho tiempo después del
nacimiento. Ni siquiera forman parte del cuerpo de la madre la placenta, el
cordón umbilical o el líquido amniótico, sino que estos órganos los ha generado
el hijo desde su etapa de cigoto porque le son necesarios para sus primeras
fases de desarrollo, y los abandona al nacer, de modo semejante a como, varios
años después del nacimiento, abandona los dientes de leche cuando ya no le son
útiles para seguir creciendo. Por tanto, pretender que el hijo forma parte del
cuerpo de la madre no es, en el mejor de los casos, más que una muestra de
absoluta ignorancia.
15. ¿Cuáles son los métodos habituales en
la práctica del aborto?
El aborto provocado
tiene por objeto la destrucción del hijo en desarrollo en el seno materno o su
expulsión prematura para que muera. Para conseguir este resultado se suelen
usar diversos métodos que en otras circunstancias se emplean normalmente
también en ginecología y obstetricia, y que se eligen atendiendo a los medios de
que se disponga y a la edad del feto que hay que suprimir. Los métodos más
utilizados son: aspiración, legrado, histerotomía ("mini cesárea"),
inducción de contracciones e inyección intraamniótica.
16. ¿No existen también unas píldoras
abortivas?
Aunque se ha
intentado muchas veces el uso de medios con apariencia de medicamentos para
producir abortos, hasta ahora sólo lo ha conseguido con alguna efectividad la
llamada "píldora abortiva" (RU-486). Mediante su administración en
época muy temprana del embarazo, antes de la sexta semana de vida del hijo, es
decir, antes de que se produzca la segunda falta de la regia en la madre, se
intenta que este preparado hormonal anule la función de la placenta en
formación, con lo que se produce la muerte del hijo, que es en ese momento un
embrión necesitado absolutamente de la función nutritiva de la placenta, y
entonces ocurre su consiguiente expulsión con todas sus envolturas. Si no se
consiguen completamente los resultados perseguidos hay que recurrir a un legrado
para consumar el aborto.
17. ¿Cómo se practica un aborto por
aspiración?
Se dilata primero el
cuello uterino con un instrumental adecuado a esta función, para que por él
pueda caber un tubo que va conectado a un potente aspirador. La fuerza de la succión
arrastra al embrión y al resto del contenido uterino, todo deshecho en pequeños
trozos. Una vez terminada la operación de succión se suele realizar un legrado
para obtener la certeza de que el útero ha quedado bien vacío. Este método se
suele usar cuando el embarazo es de menos de diez o doce semanas.
18. ¿En qué consiste el método de legrado?
El legrado o
raspado, también llamado "curetaje", es el método que se usa más
frecuentemente. Se comienza por dilatar convenientemente el cuello del útero,
lo que sólo se puede hacer bajo anestesia. Luego se introduce en el útero una
especie de cucharilla de bordes cortantes llamada legra o "cureta",
que trocea bien a la placenta y al hijo al ser paseada de arriba abajo por toda
la cavidad del útero. Los trozos así obtenidos se extraen con la misma legra.
Este método suele practicarse
sobre todo en los tres o cuatro primeros meses de la vida del hijo. Si el
embarazo ha superado las doce semanas, las dificultades aumentan y hay que
triturar muy bien el cuerpo del feto para sacarlo al exterior. A veces pueden
quedar grandes restos en el interior del útero, por ejemplo la cabeza, y por
eso el abortador debe identificar cuidadosamente todos los restos extraídos
para asegurarse de que no ha quedado nada dentro de la madre.
19. ¿Por qué se usan estos métodos sólo en
los primeros meses del embarazo?
Porque el hijo crece
y se desarrolla muy rápidamente, y pasado este tiempo su trituración y su
expulsión por vía vaginal se hace muy difícil para quien realiza el aborto y
muy peligrosa para la madre.
20. ¿En qué consiste el método de abortar
conocido por "mini cesárea"?
La cesárea es una
intervención que se realiza al final del embarazo, y que consiste en extraer al
hijo a través de una incisión en el abdomen de su madre, cuando por las causas
que fuere no es posible su nacimiento por el conducto normal. Esta operación ha
salvado muchas vidas tanto de madres como de hijos. Una cesárea practicada
cuando han transcurrido todavía pocas semanas de embarazo se llama "mini
cesárea", y consiste en practicar una incisión en el útero a través del
abdomen materno para extraer por ella al hijo y a la placenta. Este método se
suele realizar a partir de la decimoquinta o decimosexta semana del embarazo.
Habitualmente se extraen niños vivos, que se mueren poco después por ser
inviables. Pero a veces por este procedimiento se han obtenido niños vivos que
eran viables, y entonces se les ha dejado morir sin prestarles los cuidados que
posiblemente habrían permitido salvarlos, o bien se les ha provocado la muerte,
habitualmente por asfixia.
21. ¿En qué consiste el aborto por
inducción de contracciones?
Consiste en la
provocación de la expulsión del feto y la placenta mediante la administración a
la madre, por diversas vías, de sustancias (prostaglandinas, oxitocina) que
producen contracciones semejantes a las de un parto, las cuales provocan a su
vez la dilatación del cuello uterino, y la bolsa en que está el hijo se
desprende de las paredes del útero. El niño puede nacer muerto, porque se
asfixia en el interior de su madre, o vivo.
También se emplean
en ocasiones, y previamente al uso de oxitócidos, unos tallos o dilatadores
hidrófilos que, colocados en el cuello uterino, se hinchan progresivamente y lo
dilatan.
22. ¿En qué consiste el método de la
inyección intraamniótica?
Se inyecta en el
líquido amniótico en que vive el hijo, a través del abdomen de la madre, una
solución salina hipertónica o una solución de urea. Estas soluciones irritantes
hiperosmóticas provocan contracciones parecidas a las del parto, y con un
intervalo de uno o dos días tras la inyección, el hijo y la placenta suelen ser
expulsados al exterior. En un cierto número de casos hay que efectuar después
un legrado para asegurarse de la expulsión de la placenta.
Este método se utiliza en
ocasiones para evacuar un feto muerto espontáneamente y retenido en el útero, y
sólo puede usarse en un embarazo ya avanzado. Si se trata de provocar un
aborto, es decir, si el hijo está vivo dentro de su madre y hay que suprimirlo,
también el embarazo tiene que ser de cierto tiempo, de más de cuatro meses.
La solución
irritante introducida previamente suele envenenar al feto, produciéndole además
extensas quemaduras. Alguna vez, en lugar de soluciones cáusticas, se han
introducido en el líquido amniótico prostaglandinas; pero los que provocan
abortos prefieren las otras soluciones, porque se obtienen fetos muertos con
más seguridad, y es desagradable que el hijo nazca vivo y haya que matarlo o
dejarlo morir a la vista de todos.
23. ¿Puede decirse que estos métodos sean
seguros para la vida o la salud de la madre?
No. La palabra
"seguridad" es completamente inadecuada para estas situaciones. En
los abortos por aspiración existe el riesgo de infecciones e incluso de
perforación del útero, y que a la hemorragia se una la lesión de órganos
abdominales de la madre. Este riesgo se incremento en los abortos por legrado.
En los abortos por inducción de contracciones las complicaciones más graves son
las hemorragias y las embolias, y en las "mini cesáreas" se corre el
riesgo de desgarros de la cicatriz y de infecciones sobreañadidas. En las
inyecciones intraamnióticas puede producirse el paso de las sustancias tóxicas
al sistema circulatorio de la madre.
Es cierto que estas
complicaciones no son muy frecuentes y que la mortalidad materna no es alta
(aunque hay complicaciones y hay muertes), pero existen secuelas importantes
derivadas de estas manipulaciones, que pueden influir seriamente en el
desarrollo de embarazos posteriores.
Hay que mencionar
también aquí el alto riesgo de alteraciones psíquicas que pueden aparecer
muchas veces de forma tardía. El aborto supone frecuentemente para la madre,
aunque se someta a él voluntariamente, un fuerte trauma psíquico.
En suma, ningún
aborto es "seguro" para la mujer que aborta. Se trata tan sólo de una
manera de hablar, por contraposición a otros métodos que implican aún más
riesgo.
24. ¿Existen, pues, otros métodos, más
burdos y peligrosos para la madre, que se usan en el aborto clandestino?
Sí. Desde hace miles
de años existen testimonios históricos de abortos provocados, con gran riesgo
para la vida de la madre. Hoy día siguen usándose métodos caseros en los
abortos clandestinos.
25. ¿No
sería mejor entonces, legalizar el aborto para evitar los riesgos de esos
abortos clandestinos, o para que las mujeres más pobres no estén en
inferioridad de condiciones respecto de las más ricas, que pueden ir a abortar
al extranjero?
En primer lugar,
debe saberse que incluso en los países con legislación muy permisivo sobre el
aborto, el aborto clandestino sigue existiendo, por mil razones muy fáciles de
comprender (adulterios con consecuencias no deseadas, necesidad de ocultar un
embarazo para mantener cierta posición social, o tantas otras). En cualquier
caso, las circunstancias exteriores que rodean al aborto pueden hacerlo más
sórdido e inhumano por poner en peligro la vida de la madre además de la del
hijo. Pero el aborto, sea de mujeres ricas o pobres, se haga clandestinamente o
bajo la protección del Estado, se practique sin medios o con la más sofisticado
tecnología, es siempre el mismo crimen contra la vida de un inocente indefenso,
y esta acción nunca se puede justificar.
65. La cuestión del aborto, ¿no es un
problema de conciencia de la mujer, al que debe ser ajeno el Estado?
No. El aborto no es
un problema de conciencia individual de la madre, ni del padre, pues afecta a
alguien distinto de ellos: el hijo ya concebido y todavía no nacido. Otra cosa
es que abortar pueda crear problemas de conciencia.
Los poderes públicos
deben intervenir positivamente en la defensa de la vida y la dignidad del
hombre, en todos los períodos de su existencia, con independencia de las
circunstancias de cada cual, aunque este principio, patrimonio común de todos
los ordenamientos desde el cristianismo, sea hoy puesto en cuestión por
algunos. El aborto provocado no es sólo un asunto íntimo de los padres, sino
que afecta directamente a la solidaridad natural de la especie humana, y todo
ser humano debe sentirse interpelado ante la comisión de cualquier aborto.
La autonomía de la
conciencia individual debe respetarse en función de la persona humana, pero
precisamente por esta convicción los Estados tienen la exigencia ética de
proteger la vida y la integridad de los individuos, y despreciarían gravemente
esta exigencia si se inhibieran en el caso del aborto provocado, como la
despreciarían en el de la tortura. En efecto, carece de sentido una
argumentación según la cual los Estados deberían permitir la tortura cuando
chocasen el interés de los torturados por obtener una información o una
confesión y el de las víctimas por no facilitarla o no confesar. Los Estados no
pueden inhibirse en la defensa de la vida humana o su integridad física o moral
argumentando que nadie puede oponerse a que alguien, según su conciencia, crea
que debe practicar la tortura. El aborto, como la tortura, nos afecta a todos,
y los Estados no pueden ser ajenos a eso.
66. ¿Cómo es que esto se comprende
claramente en el caso de la tortura y, sin embargo, no ocurre así en el del
aborto?
Por varias razones,
entre las cuales no es la menor el arcaísmo de creer que sólo existe lo que
tenemos delante de nuestros ojos. Pero el hijo no nacido existe, está vivo,
aunque no se vea ni se oiga. La tortura nos la podemos imaginar fácilmente en
toda su crudeza y en todo su horror, pero hay que hacer un esfuerzo para
imaginar la realidad cruda y horrible de un aborto provocado. De ahí que en
páginas precedentes se haya explicado, aunque sea sucintamente y de la manera
menos dramática posible, una realidad ciertamente dramática, que ni se puede ni
se debe ocultar, porque el valor de la vida humana no depende de nuestros
sentimientos, sino de lo que ella en realidad es.
Por otro lado, los
Estados que permiten legalmente el aborto provocado encuentran para su silencio
unos aliados espontáneos en los que tienen la principal obligación de proteger
la vida de los hijos no nacidos: la madre y el médico que predica el aborto;
mientras que, en el caso de la tortura, los familiares de la víctima son unos
acusadores permanentes, y no digamos la propia víctima, si sale con vida del
tormento. Por eso se tiende a comprender mucho más fácilmente la obligación del
Estado de proteger al torturado que a la víctima de un aborto. Pero eso no
exime en absoluto a los Estados de su obligación ética hacia el no
nacido.
67. Entonces, ¿tienen los Estados
obligación de penalizar la práctica del aborto?
Los Estados tienen
obligación de poner los medios, también los jurídicos, para que no se
practiquen abortos, del mismo modo que tienen obligación de poner los medios
necesarios para que no se asesine, se viole o se robe; y conforme a las
técnicas jurídicas actuales, la tipificación penal del aborto como delito es la
medida jurídica proporcionada a la gravedad del atentado que supone contra la
vida humana.
También existen
otros medios jurídicos para que los Estados desarrollen una política contraria
a la práctica de abortos (sanciones administrativas, premios o subvenciones a
la natalidad, etc.), pero su carácter liviano y colateral no estaría
proporcionado a la gravedad intrínseca del aborto, que, por ser un atentado
radical a un bien básico y fundamental, merece la máxima protección jurídica,
que hoy no es otra que su configuración como delito. Lo mismo se puede decir
del homicidio o la violación: deben ser delito, pues no sería proporcional
amenazar al asesino o al violador solamente con una multa o algo semejante.
68. ¿Significa esto que el Estado debe
sancionar en sus leyes todo lo que la moral prohíbe?
No. El Estado sólo
debe sancionar aquellas conductas inmorales que entran en el ámbito de su
competencia por no agotarse en el terreno de la intimidad de las personas, y
siempre que las normas jurídicas sean un instrumento técnicamente apto para
evitar que se haga lo que se prohíbe. Todo ello sin perjuicio de la prudencia
exigible al legislador para saber en cada caso hasta dónde puede y debe llegar,
pues a veces es admisible la tolerancia con el mal por la imposibilidad de
erradicarlo y si su prohibición pudiese causar males todavía mayores.
69. ¿Y no es éste precisamente el caso de
los abortos, ya que siempre los habrá y su clandestinidad puede causar
gravísimos peligros a las madres que abortan?
De ninguna manera.
El Estado debe proteger, por todos los medios a su alcance, los valores sobre
los que se cimienta el orden social, como lo es la vida humana, y nunca, bajo
ninguna circunstancia, puede renunciar a reprimir los atentados básicos y
definitivos contra esos valores (homicidio, aborto, violación, tortura...),
aunque se sepa que jamás podrán erradicarse, porque eso sería tanto como
renunciar a la razón de ser de toda sociedad organizada y del mismo poder
público.
70. El que a veces pueda ser aceptable
cierta tolerancia con el mal, ¿significa que hay circunstancias en que pueda no
ser tenido por mal, sino ser considerado como un bien?
No. El mal siempre
es mal aunque haya que tolerarlo. El bien no se tolera; se desea, se busca, se
intenta conseguir. Sólo se puede tolerar lo que es negativo mientras lo
negativo no se puede suprimir, pero nunca es legítimo ver como bueno lo que
intrínsecamente es malo, como por ejemplo el aborto.
71. Y si en un momento determinado, una
parte de la población de un país no percibe el aborto como intrínsecamente
malo, ¿significa eso que el aborto no ha de sancionarse o perseguirse por el
Estado?
No; si fuese éste el
caso, esa parte de la población estaría equivocada, como lo estaban quienes en
otras épocas no veían como malas la esclavitud o la tortura. Quienes están
equivocados tienen derecho a que se les ayude a salir de su error, y se les
impulse a no causar daños irreparables por actuar conforme a su error.
Los valores básicos
y esenciales, como la vida del ser humano y su dignidad, son previos,
independientes y superiores a las determinaciones de las mayorías. Por eso los
Estados no deben guiarse por las opiniones de la mayoría en lo que hace
referencia a la naturaleza de las cosas. Las cosas no son verdaderas o falsas,
bellas o feas, buenas o malas, porque así lo pueda disponer una mayoría en un
momento concreto.
72. La actitud del Estado frente al aborto
provocado, ¿debe limitarse a tipificarlo como delito y perseguirlo?
No. El Estado está
obligado también a favorecer la vida de las personas y su dignidad, ayudando a
resolver los problemas sociales que están en el fondo de la decisión o la
tentación de abortar (ayudando a la maternidad, favoreciendo la adopción, creando
un marco de costumbres públicas que favorezcan la vida y la vida digna...), y
buscando el ideal de que no sea necesario aplicar las penas del delito porque
las medidas positivas sean más eficaces.
73. Pero, mientras el aborto se dé en la
realidad, ¿no es mejor sacarlo de la clandestinidad para controlarlo?
No. Legalizar los
abortos no ayuda a su desaparición, sino a que aumente su número. Creer lo
contrario es un error muy extendido que desmienten las estadísticas de todo el
mundo, sin excepciones. El efecto multiplicador de la legalización del aborto
se debe a que la opinión pública general ve como bueno lo que se despenaliza, y
cada vez se trivializa más en las conciencias la decisión de abortar.
La ley penal no sólo
tiene como fin la persecución del delito, sino también ayudar a conformar la
conciencia social sobre los valores básicos de la convivencia, estimulando a
los ciudadanos a no cometer lo que se penaliza. Por eso, cuando una determinada
conducta se despenaliza, se hace cada vez más frecuente hasta llegar a ser
vista como buena y, por lo tanto, a practicarse con naturalidad, en la
equivocada creencia de que todo lo legal es moral, y todo lo ilegal es inmoral.
74. ¿Quiere decir esto que el Estado ha de
poner su poder legislativo y represivo al servicio de una determinada moral,
concretamente de la moral católica?
No. Pero hay un
mínimo que se articula alrededor de la defensa de la dignidad humana -en la
cual se incluye el derecho a la vida, también del concebido y todavía no
nacido- que es absolutamente irrenunciable, pues, de lo contrario, ni la
sociedad ni el Estado tendrían justificación alguna. Este mínimo no es
patrimonio exclusivo de la
Iglesia Cat 6iica, sino de toda la Humanidad.
Los legisladores no
pueden, no tienen derecho a determinar quién es humano o no a los efectos de su
protección jurídica. Este es un dato de la realidad que los hombres han de
respetar, pues no lo pueden cambiar. De ahí que toda norma jurídica que atente
contra este principio sea esencialmente injusta, aunque se apruebe con todos
los formalismos legales; del mismo modo que es radicalmente ilegítimo basar el
derecho a la vida de cualquier ser humano en su salud, su habilidad física o
mental o cualquier otra circunstancia distinta del hecho de ser humano y estar
vivo.
Es ésta una doctrina
que la Humanidad
ha aprendido (aunque no siempre la aplique coherentemente) con la experiencia
de los totalitarismos del siglo XX: las normas que ampararon primero la matanza
de alemanes considerados "parásitos inútiles" y más tarde el
exterminio de los judíos en la
Alemania nazi de los años 30 eran intrínsecamente malas e
injustas, aunque fueran acordadas por los órganos competentes del Estado. Lo
mismo pasa con las leyes actuales que pretenden legitimar la práctica del aborto
provocado.
Estas
consideraciones, hay que repetirlo, no forman parte s6lo de la doctrina y la
moral católicas, sino que se integran en un elemental sentido común humanista.
Oponerse hoy al aborto provocado, como en otras épocas a la esclavitud, no es
fanatismo ni tiene que ver exclusivamente con las convicciones religiosas,
católicas o no, sino que es una obligación indeclinable para todos los que
creen en el derecho a la vida y en la dignidad del ser humano.
75. ¿Hay que rechazar radicalmente a las personas
que abortan?
De ninguna manera.
Hay que ser firmes con la verdad, pero comprensivos con las personas;
naturalmente, eso no presupone que el comprender, ayudar y convivir con las
personas que han cometido un error signifique negar que han cometido un error.
Un crimen es un crimen, aunque al criminal se le ayude y acoja, e incluso se le
pueda eximir de culpa y de responsabilidad, si hay razones para ello.
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